I Dream of Wires: Pasado, presente y futuro de la experimentación sónica
- Mariana Mata
- 4 ago 2015
- 4 Min. de lectura

La mutación del sonido a través del tiempo lo clasifica como una construcción mutante. Al inicio de los tiempos, al igual que la pintura, el sonido pretendía copiar a la realidad. Las revoluciones sonoras han pasado por grandes e impactantes etapas a lo largo de la historia. La primera grabación de sonido data de 1878, a partir de este momento el sonido y la música ha sido amplificada, retransmitida, separada en partes, grabada con micrófonos. Igual que la fotografía transformó la forma de ver a la humanidad, la tecnología de grabación y creación musical ha revolucionado nuestra forma de escuchar.
I dream of wires es un trabajo documental que corre a cargo de Robert Fantinatto y Jason Amm. En 102 minutos de duración conoceremos la evolución de la música sintetizada. Explora los sueños y obsesiones de las personas que han dedicado parte de su vida a estas fascinantes, esotéricas máquinas electrónicas de música. Más de 100 inventores, músicos y entusiastas son entrevistados a lo largo de su relación con el sintetizador modular. Para muchos es una pasión que los consume.
En Rusia de 1920 se inventó el precedente de los sonidos espaciales el theremín, era un instrumento electrónico inventado por Leo Theremin, si bien era un instrumento notoriamente difícil de tocar (el intérprete no lo toca físicamente, el volumen se controla mediante la proximidad de una parte del cuerpo, las manos generalmente) no es un artefacto ligado a ninguna nacionalidad ni origen y es el antecedente de instrumentos electrónicos y samplers posteriores que crearían una cultura.
Durante la década de 1950 y 1960 en diferentes universidades se realizaron experimentos para crear sonidos a través de computadoras. A estas aventuras sonoras debemos el tema de este documental, los sintetizadores modulares aparecieron al final de la década de 1960 y tuvieron una época de apogeo durante la década de 1970. Y para no desligarnos de la idea anterior debemos comprender que estos nuevos aparatos creadores de sonido, al igual que el theremín están desligados de cualquier cultura o tradición musical. Estos sonidos intermitentes de élite (sólo algunos han sido tienen la fortuna para poder costearlos) y gorgojeos resultaron ser herramientas liberadoras del mundo musical tradicional acostumbrado a guitarras, teclados y música construida a partir de escalas bien conocidas.
Fue gracias a un ex vendedor de theremín llamado Robert Moog y sus experimentos con osciladores, controles de voltaje y filtros que estos sonidos perdidos en el tiempo, extrañamente futuristas y provenientes de una máquina que exige ser tocada que fue posible ese sonido revolucionario, que se convirtió en una filosofía en la costa este de Estados Unidos. En el otro polo de este territorio Don Buchla desarrolló la contraparte de Moog, el sintetizador Buchla: una creación que apelaba a la creación sonora de una forma mucho más experimental. Renunciaba a la concepción del sonido tal como la música lo había formado durante la historia de la humandidad, Buchla no pretendía crear música, renunciaba a la tradición. Su búsqueda se centraba en un sistema de computación análogo para exploradores sónicos
En 1970 esta revolución sonora surgió a partir de la inclusión del piano a los sintetizadores, la evolución natural donde se tenía mayor control de la emisión sonora corrió a cargo de Bob Moog, y fue entonces cuando este instrumento fusionó la locura y la practicidad en un invento asequible para la comunidad de músicos experimentales. Bandas como los Rolling Stones, Emerson Lake & Palmer, los Beatles encontraron en estas máquinas nuevos sonidos.
Esta evolución nos llevó del rock, al pop, del krautrock al disco hasta que se volvieron parte de la cultura popular. Otros sintetizadores comenzaron a surgir: American Arp, American Synth, Roland System, fueron sistemas previos al económico Mini Moog de 1970. Está década marcó una pausa en el camino recorrido, la música no necesitaba estas inmensas máquinas emisoras de sonido. Lo que prevalecía era el punk. La respuesta del sintetizador modular fue el redescubrimiento del rango que se podía alcanzar a través de él. La pelea por sonidos violentos y en un mayor rango lo mantuvo en el camino.
Los antiguos y colosales sintetizadores modulares terminaron en manos de una élite de compositores experimentados y centros académicos de computación. Mientras que la cultura de masas cavó una breve tumba a través del DX7 de Yamaha. Para la década de 1980 los sintetizadores volvieron a vivir: la música rock estaba acabada y el dance era el futuro. Si en un tiempo estas maquinas futuristas podían ser compradas en mercados de pulgas, de nuevo habían alcanzado precios exorbitantes.
Después de este largo recorrido histórico aún permanece una cuestión ¿qué hace a los sintetizadores unos artefactos de culto, tan especiales? Lo impredecible. Es una característica que sólo lo análogo posee, es por ello quizá la razón por la cual aún en la era digital la supremacía de esta invención permanece. Nadie sabe que sucederá al momento siguiente, y esta sensación jamás será igualada por un software. Las actuales generaciones se han creado una cultura alrededor de los sintetizadores modulares analógicos. Esta cultura ha sido asimilada por un amplio rango de personas, desde diseñadores sonoros hasta personas comunes que sólo están interesadas en la creación sonora. Seguimos en la búsqueda de elementos sonoros que nos han llevado a la creación de sistemas modulares únicos y hechos a la medida. Aún perseguimos la máquina de sueños y esta se encuentra en una época sin restricciones y con infinitas posibilidades de explosión de ideas.
publicado en: http://hiroshima.mx/i-dream-of-wires-pasado-presente-y-futuro-de-la-experimentacion-sonica/
