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Conmutadores…

  • Foto del escritor: Mariana Mata
    Mariana Mata
  • 28 sept 2014
  • 2 Min. de lectura

Construir historias desde el sentimiento de absurdo total. Desde la codependencia a un estado de ánimo constante de producir o morir. Soy de una generación que creció con la enajenación de un conmutador. Una pantalla en negro, blanco, azul, gris. Con caracteres que son contados por un cifrado creado por un hombre que vio una necesidad y la satisfizo.

Hoy a mi corta edad, que me determina como un “adulto”, contemplo a una sociedad de rostros azules que viajan, comen, platican, viven e interactúan a través del desarrollo tecnológico que nos enlaza a todos en un entorno de contenido basura que crea distancias inconcebibles.

Charlar en vivo es ahora una actividad poco recurrente, también lo es salir en una cita para terminar con alguien. Ahora toda solicitud es enviada por escrito, sin más pudor, sin más rituales del pasado. Acaso el siglo XXI será el siglo donde la reproducción se realicé por un computador.

No me tomen a mal las ideas anteriores. La tecnología nos provee de millares de posibilidades. Creo, sin embargo, que con nuestros rostros en un recién adquirido azul ceruelo, o un verde aceituna, hemos perdido la capacidad de ver al prójimo. Ser egoístas es un principio humano, pero ignorar al otro es falta de humanidad.

No tengo la más remota idea de este texto, sólo sé que lo inicié porque vivo en un país, en un lugar cercano a Lindavista, donde todos los días compruebo la hostilidad con la que vivimos. No creo que el cambio venga de letras, creo en el cambio y la modificación de la conducta de una persona depende de cada uno. Esperando que eso sea suficiente para contagiar y propagar.

Creo que aquí las personas sólo hacen lo que les corresponde, lo que les han dicho que es su papel, y su trabajo. Creo que cada día todos nos levantamos con las mismas necesidades básicas. Creo en la necesidad de cambiar la idea de trabajar para beber los viernes.

Creo que el único medio para un cambio es la educación. Y por educación comprendo que es necesario que la gente deje sus teléfonos con conexión a Internet por unos minutos, que los rostros dejen de ser de ese azul zombie, y que en cambio vean al que tienen a un lado, que lean, que visiten nuevos lugares. Que vuelvan a pensar más allá de si.

Comienzo a producir para no morir en la desesperación de la paranoia que me da la ciudad. Para no caer en pensamientos estúpidos que contribuyen a un malestar lleno de pasividad.


publicado en: http://errr-magazine.com/conmutadores/

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